JESÚS LÉPEZ OCHOA |
El gobernador electo de
Guerrero lo expresó muy claramente al leer un pronunciamiento por la balacera
contra un establecimiento cercano a donde cenaba con su familia en plena zona
turística de Acapulco: “viví de manera directa lo que mucha gente de Guerrero
ha padecido”.
De todo lo leído por
Héctor Astudillo en su conferencia de prensa de este domingo, líneas que él
mismo escribió según lo comentó ante los periodistas, en mi humilde opinión, es
lo más importante para el futuro de la seguridad en Guerrero.
Durante 12 años los
guerrerenses hemos sentido a nuestros gobiernos muy lejanos del tema de la
seguridad, al que suelen tratar “de lejitos”. Cuando esta pesadilla comenzaba
eran “hechos aislados”, luego algo que “pasaba en todos lados”, siempre considerado como “lamentable” pero un
problema que no ha sido debidamente atendido.
No fue un ataque directo
al gobernador electo. Él cenaba con su familia y algunos colaboradores cuando
unos delincuentes atacaron a balazos un bar ubicado a un lado de donde él
cenaba.
“Observé momentos de una
gran crisis de padres que estaban con sus hijos, de personas angustiadas y
temerosas”, describe con sensibilidad, inusual en un político de los que
conocemos.
El incidente que cobró la
vida de una persona, muerta, dicen por infarto, y en el que resultaron heridos
dos de sus escoltas, involucró circunstancialmente al próximo gobernador y
movió sus fibras sensibles para ver el tema de la violencia desde un ángulo que
muchos políticos han ignorado, el factor humano.
Desde esa perspectiva es
el llamado que hizo a la sociedad a cerrar filas contra la delincuencia,
llamado al que deberían sumarse alcaldes y funcionarios de todos los niveles,
pues el lamentable hecho demuestra que nadie, ni el propio gobernador,
presidente municipal o secretario, están exentos de encontrarse en el lugar y
hora en que puede suceder algo que en Acapulco y Guerrero pasa a menudo: actos
de violencia.
Ese día, el sábado, el
alcalde Evodio Velázquez Aguirre había declarado que la zona turística estaba
blindada, y tal vez así los consideraban las demás autoridades porque la
Gendarmería realizaba una aparatosa caravana nocturna por la ciudad con más de
40 patrullas y motos con las torretas encendidas, cuando la delincuencia ataca
en plena Costera y a unos metros de donde cenaba el hombre que dirigirá el
estado a partir de unos cuantos días.
Tal vez ya no sea
conveniente hablar de blindajes ni presumir fuerza que está demostrado a los
delincuentes les vale, sino de encaminar al estado a la reconciliación y a la
paz como lo ha venido planteando Astudillo, con una visión humana.
jalepezochoa@gmail.com