SARA LOVERA |
Hace mucho tiempo que peleo con las “reflexiones” de
quienes conducen y participan en el programa de Televisa La hora de
Opinar, con frecuencia pienso que no terminan sus mensajes o hablan
para adentro, entre ellos y ellas. Algunas otras me parecen a-históricos y
frecuentemente difiero de sus comentarios, como la exageración de que el
triunfo de “los independientes” es la piedra filosofal de la democracia en México.
Pero hace unos días vi y escuché ahí a Denise
Dresser, con quien no estuve de acuerdo en su campaña por anular el voto, el
último 7 de junio. Pero esta vez estuve de acuerdo, al referirse a lo
desatinado y conservador que es Andrés Manuel López Obrador y cómo funda un
proyecto político en la honestidad y la no corrupción individual.
Denise Dresser, politóloga, se refería a las
declaraciones del “Peje” a una estación radiofónica comercial sobre que no eran
importantes el aborto ni los matrimonios gay para su proyecto y, en cambio,
funda toda su lucha partidaria en la impunidad y la corrupción, pensándolos
como valores personales y no como problemas políticos. La señora Dresser
atinadamente analizó la diferencia entre un proyecto político y uno moral. No
por casualidad, ya desde hace años, alguien habló sobre la tendencia mesiánica
de López Obrador.
Aunque es verdad que todas las personas
informadas de este país sabemos que Andrés Manuel López Obrador, no es de
izquierda, que es conservador, antifeminista y proclive a contemporizar
con las iglesias cristianas y, al mismo tiempo, se le reconoce su audacia y
tozudez para seguir buscando la primera magistratura del país, no deja de ser
un peligro para las mexicanas –poco más de la mitad de la población- y para la
comunidad LGTB. Y esto es lo preocupante.
López Obrador, cuando fue Jefe de Gobierno no quiso
saber nada del movimiento feminista; prohibió a la Asamblea de Representantes
definirse sobre la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) y creó programas sociales
donde vio a las mujeres sólo como víctimas: ancianas, madres solteras,
indigentes y desempleadas, ignorando, entre otras cosas lo que hoy ya está en
la Constitución, los derechos humanos de las mujeres, en el marco de su
reconocimiento como seres humanas integrales.
López Obrador durante su mandato en el gobierno del
Distrito Federal ignoró a la población liberal, avanzada, educada y
cuestionadora. Ahora estoy temblando. Porque, como dicen los de la Hora de
Opinar, Morena se ha posicionado como un partido político “emergente” epíteto
que no se bien a qué se refiere.
Haber ganado en la jornada electoral del pasado 7 de
junio, cinco delegaciones y un abultado número de asambleístas en el Distrito
Federal, me hace preguntarme ¿Hasta dónde sus correligionarios, mujeres y
hombres, van a pretender echar abajo el matrimonio gay y el ILE? ¿Hasta dónde
influirán en profundizar la política clientelar tan bien aprendida por el
dirigente formal de Morena, Martí Batres? ¿Qué harán con sus votos cuando
algunos temas urgentes, como el presupuesto suficiente para las unidades de
atención a la violencia de género que él quiso desaparecer hace 15 años? ¿Qué
sucederá con otras políticas públicas de igualdad, si todo ello no es
importante para su proyecto?
Lo más grave es que para López Obrador, para todos
los males del país, la solución es simple: ser honesto, no dejarse sobornar. Me
parece que eso nada tiene que ver con el papel histórico de la izquierda
en nuestro país, en no ser corruptos. ¿Y luego? No hay luego. Eso es todo. Él
piensa que de ahí, todo lo demás nacerá, naturalmente. ¿Qué vamos hacer si
crece esta idea exclusivamente moral?
No entiendo el voto de algunas cabezas capitalinas,
probablemente se trataba de castigar al PRD, a Miguel Ángel Mancera que
anda tan movido y creyendo que puede ser candidato a la presidencia, no sé si
es el hartazgo o qué, pero evidentemente no hubo voto razonado. Mejor hubiera
sido ir por el camino de Denise Dresser, anular el voto. No sé.
Me acuerdo como si fuera hoy que en un debate,
cuando buscó y ganó la dirigencia del PRD, hace como 18 años, el amante de
Benito Juárez, no conoce la historia de México y tampoco otras historias.
No sé porque me recordó lo que ya un comentarista escribió hace unos días: “Esa
concepción recuerda a la del movimiento obrero blanco, conservador,
estalinista, durante la segunda mitad del siglo XX. Tras la explosión de las
“otras causas” (de las mujeres, los “disidentes sexuales”, las minorías
raciales) en el post-68, los partidos comunistas (y socialdemócratas) les
decían: ¿para qué se preocupan por esas cosas pequeño burguesas? ¿No se dan
cuenta que lo esencial en este mundo es luchar por el socialismo? Una vez
llegados ahí, ustedes podrán dedicarse a liberarse sexual, racialmente. Pero
primero lo primero.”
Con ese san Benito, los países del socialismo real
tuvieron su caída del Muro de Berlín; el retroceso en la concepción del reparto
de la riqueza, el atraso y, desde luego, la práctica de la corrupción más vil,
contra los pobres.
También recuerdo cuando López Obrador era jefe de
gobierno y Martí Batres el Secretario de Desarrollo Social, cómo se usaron los
recursos sociales para las mujeres, como el seguro contra la violencia de
género. Se usaron para sus proyectos clientelares, se desviaron para impulsar a
los grupos del Distrito Federal que operan bajo consigna, para quienes lo
amaban con honestidad profunda y cómo, ya decía, pretendió recortar lo que por
ley era urgente, como lo sigue siendo ahora, evitar la muerte materna por
aborto y conseguir justicia para las mujeres violentadas. Asuntos, desde luego,
poco importantes, primero lo primero: honestidad valiente, como era su consigna
de alguna vieja campaña, siempre por el poder presidencial.
Yo diría a quienes creen en López Obrador que se
pregunten cuándo habla de mujeres y homosexuales ¿Qué expresan, en el fondo,
esas ideas? Y ¿quién es realmente? Fui testiga en una ocasión de que no vivía
en un departamentito, sino que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas le prestaba una
buena casa; que usó de manera inteligente el clientelismo que ahora resultó más
eficiente en eso que el PRD, ¿pero dónde lo aprendió el tabasqueño? Me parece
que esas frases, de las cuales estoy segura se hace cargo, han puesto en
evidencia sus prejuicios, que es y se siente un caudillo, netamente patriarcal
y sacó a relucir, una vez más, su desprecio profundo por la igualdad y no
podrá, si lo cree, atropellar los derechos que hemos ganado a pulso, las
mujeres organizadas en el Distrito Federal. Que ni lo piense.
Y como escribió el comentarista que lo copio para
terminar: “Hoy, a 15 años de su entrada como jefe de gobierno del DF, su
programa se reduce al más craso moralismo: la honestidad y la pureza de
corazón. La trayectoria de la izquierda institucional puede resumirse en una
frase: una revolución democrática patética y conservadora, produjo, años
después, una regeneración nacional supina y moralista.”