Para el
firmamento intelectual de América Latina, Jorge Luis Borges es un astro cuya luz
continua iluminando. “Uno de los mas destacados intelectuales de la pasada
centuria” como lo califican los críticos, y que hoy al celebrar el aniversario
de su nacimiento, debe ser tomado como un baluarte de la lengua española, en una
era donde las tecnologías de la información amenazan con alterar su frágil diseño.
La suya fue una
historia como la del siglo XX, construida por medio de ironías pues, aunque quedo ciego a los 55 años,
consiguió con sus relatos, sus ensayos y
su poesía, abrir los ojos de las personas a una realidad mutable llena de posibilidades, donde el mismo infinito era
tangible y susceptible de manifestarse a nuestro alrededor; aunque en sus
paginas el mundo entero parece estar contenido con una minuciosa simetría, no
fue un pendenciero vagabundo entregado a sus delirios que plasmo en sus paginas
su tragedia personal (como Rimbaud o Badelaire) si no un voraz lector que alimento sus ideas
con Wilde, Poe y otros exponentes de la literatura ante la cual su figura no se
ve empequeñecida.
A pesar de que
en el terreno de la política y las ideologías siempre se mostro como enemigo del fascismo y el comunismo por igual, lo paradójico es que aceptó condecoraciones
de Pinochet y la junta militar argentina en aquella oscura época de las
dictaduras en Sudamérica, razón por la cual el premio Nobel le fue elusivo por
casi treinta años.
Nacido cuando el
siglo XIX agonizaba y la revolución industrial comenzaba su recta final, muchos
le han atribuido una transformación de la manera de escribir, conformando un
triunvirato junto a Joyce y a Franz Kafka. Con historias que abundan en la
naturaleza del tiempo, el infinito, los espejos, laberintos, pero también historias,
más o menos reales, de la vida sudamericana; historias de héroes populares,
soldados, gauchos, detectives y figuras históricas, mezclando la realidad con
la fantasía y los hechos con la ficción.
Mientras la
masificación de la comunicación nos vuelve simples parámetros y estadísticas
dentro de bases de datos, resulta interesante ver como Borges otorgó una
importancia muy grande a la identidad y sus misterios. Hoy, después de tanto
tiempo, El Ciego Universal debe reposar gratamente en ese cielo anhelado, que
visualizó como “una biblioteca infinita con todo los libros que se han escrito
en la historia y todo el tiempo de la eternidad para leerlos” satisfecho por
dejar un largo listado de textos para
fascinar a las nuevas generaciones que tan urgidas están de los viejos
cuentistas.