Aún sin terminar de entender los beneficios legados a la
humanidad desde la llegada del hombre a
la Luna, en 1969, cuando
en plena Guerra Fría, Rusia y Estados
Unidos, se disputaban la supremacía mundial en sendos programas espaciales y Kennedy, como
Kruschev, no querían quedarse
a la zaga.
Podríamos asegurar
que la
importancia era política, más que
científica; porque si bien es
cierto que los
avances tecnológicos desde esa década
hasta la actual han sido enormes, el conocimiento obtenido en relación al magno universo, ha sido tan corto como lo
fue el primer paso que dio sobre la
superficie lunar, el inolvidable Neil Armstrong,
recientemente fallecido.
A juzgar
entre otras informaciones, que
podemos ver : “En todas las misiones a la luna, -que fueron seis, -entre 1969 y 1972-, se trajeron a la tierra 400 kilos de roca
lunar, que fueron analizadas en 60 países y permitieron demostrar la
antigüedad del sistema solar, el sol y los planetas"… “Otro de los
conocimientos que se lograron con las misiones lunares, fue medir con un rayo
láser la distancia de la tierra a la luna”. “También se pudo calcular que las rocas lunares son 1.300 millones de años más
antiguas que cualquier roca terrestre"
y que “La luna está igual que hace 4.600 millones de años, que fue
cuando se formó”.
Hoy, con La irrupción o llegada del hombre –así sea tecnológicamente- al planeta Marte, debería llamarse a cuentas a Los líderes de la política mundial especialmente a los de Estados Unidos, quienes destinan sistemáticamente cantidades millonarias en euros y dólares a la industria armamentista y militar para preservar así su hegemonía en este planeta.
Hoy, con La irrupción o llegada del hombre –así sea tecnológicamente- al planeta Marte, debería llamarse a cuentas a Los líderes de la política mundial especialmente a los de Estados Unidos, quienes destinan sistemáticamente cantidades millonarias en euros y dólares a la industria armamentista y militar para preservar así su hegemonía en este planeta.
Porque es
más que evidente, que se trata de continuar esta política estratégica desde el
espacio exterior, donde el monto de los recursos que asignen a la búsqueda de
la supremacía espacial alejará aún más toda posibilidad de resolver los males y
rezagos ancestrales que laceran a la sociedad mundial.
¿De qué
manera podría frenarse, esta patológica ambición que utiliza los
avances científicos y tecnológicos al servicio de delirios
futuristas, en lugar de orientarlos al mejoramiento de las condiciones actuales
de la población global, como cabría esperar de quienes son grandes beneficiarios del producto del trabajo de toda la
humanidad?...
Al planeta se le acaba el tiempo para asegurarse de que
habrán suficientes alimentos, agua y
energía para cumplir las necesidades de una población que crece rápidamente a 9.000
millones de habitantes para el 2040, desde los 7.000 millones actuales.
Incluso para el 2030, el mundo necesitará al
menos un 50% más de alimentos, un
45% más de energía y un 30% más de agua, según las estimaciones de la ONU, en
momentos en que los cambios en el medioambiente están poniendo nuevas trabas al
suministro.
Y si los que rigen en el planeta, -por
andar haciendo brecha espacial- no logran solucionar estos problemas, se condenarán hasta 3.000 millones de personas a alta pobreza según el mismo órgano mundial. Y lo que haga falta, sumando: hambruna, racismo, discriminación, trata de blancas, violaciones
a los derechos humanos, cambio climático, destrucción y aniquilamiento de la
naturaleza y de los animales,
inmigración ilegal, corrupción y narco. El peor de todos los males, empero, es la indiferencia...