Una masacre
estudiantil en una escuela de clase media en el corazón de Norteamérica, una
purga étnica en el seno del África negra, violencia de pandillas desatada en
las favelas de Rio de Janeiro, ejecuciones realizadas con métodos similares a
castigos dantescos en las calles de México; una maquinaria mediática puesta al
servicio del miedo, retroalimentando nuestro inconsciente colectivo con
atrocidades de indescriptible horror y glorificando a los autores de dichos
actos.
A diario vemos a
través de todo el mosaico de medios de comunicación que tenemos a nuestra
disposición, acontecimientos que revelan las peores aristas de nuestra
naturaleza humana y conforme vemos imágenes de crueldad y tortura surgen en el
interior de nuestras cabezas preguntas elementales que la ciencia, vuelve a
poner sobre la mesa. ¿Qué lleva a una persona a someter a otra a un sufrimiento
extremo? ¿Qué factores conducen a una
sociedad a hundirse en la violencia? Y la que tal vez se nos revele mas
desalentadora ¿En realidad somos una sociedad tan civilizada como el fulgurante
destello del progreso tecnológico nos han hecho creer?
En su
“Psicoanálisis de las Sociedades Modernas” Erich Fromm, menciona esa falsa
perspectiva de los occidentales de considerarse sanos, y vivir en una sociedad
funcional, mientras las evidencias nos revelan una estructura dañada, opresiva
y frustrante, donde, en no pocas ocasiones los fuertes abusan de la fuerza para
imponer su dominio. La violencia, según esos cuya mayor fijación es la
definición empedernida es es el tipo de
interacción humana que se manifiesta en aquellas conductas o situaciones que,
de forma deliberada, provocan, o amenazan con hacerlo, un daño o sometimiento
grave (físico, sexual o psicológico) a un individuo o una colectividad; o los
afectan de tal manera que limitan sus potencialidades presentes o futuras.
Fue el sociólogo
noruego Johan Galtung quien realizo una esquematización de la violencia, algo
que aparentemente imposible de algo que a nuestro parecer se identifica con una
representación del caos, La violencia, según Galtung, es como un iceberg, de
modo que la parte visible es mucho más pequeña que la que no se ve.
Galtung afirma
que además de la violencia directa, esa que es visible, que se concreta con
comportamientos y responde a actos de violencia y de la que no pocas personas
de confiesan victimas, hay también una La violencia cultural, la cual crea un
marco legitimador de la violencia y se concreta en actitudes. Todos aquellos
métodos, enseñanzas, doctrinas, discursos y arquetipos por los cuales la violencia es un tipo de
heroísmo no solo aceptable sino imitable.
Aunado a esto el
científico noruego incluyo una tercera categoría que cierra su esquema, llamado
la violencia estructural que se define según el esquema como aquella que esta
originada por todo un conjunto de estructuras, tanto físicas como
organizativas, que no permiten la satisfacción de las necesidades. Esta es la
peor de las tres violencias, porque es el origen, es la que más mata y como es
muy complicado distinguirla es difícil luchar contra ella. Si en un conflicto,
sistemáticamente, una parte sale ganando a costa de la otra, esto no es un
conflicto sino que es violencia estructural.
Así pues,
parecemos estar rodeados por todo un conjunto de factores que nos orillen a
volcar nuestra ira y frustración, en contra de nuestros semejantes, todo ello
por una civilización en constante crisis que, pareciera estar diseñada para
llevarnos a la constante frustración. Para erradicar entonces la violencia de
nuestras calles, ¿que hace falta? No basta con convertir nuestras ciudades en
estados paramilitares, o invertir dinero en pequeñas campañas optimistas acerca
del buen comportamiento de los ciudadanos, la labor es ardua, la recomposición
de nuestro tejido social debe ser una acción conjunta de todos los sectores y
resucitar valores que ahora se consideran obsoletos.