Jesús Lépez Ochoa |
Dice Giovanni Sartori que para analizar la
política hay que poner un pie en lo que es, y el otro en lo que debiera ser. En
el debate político el “debiera ser” siempre triunfará sobre “lo que es”,
ya que las fallas de lo segundo son
palpables y las que podría tener lo primero, resultan una simple posibilidad.
En nuestro país el ejemplo
claro es el tema de la seguridad. Lo que debiera ser, es el cumplimiento de las
leyes, un Estado capaz de respetarlas y
hacerlas respetar. Un Estado que cumpla con administrar los impuestos y
garantizar la seguridad de sus ciudadanos a cambio del alto honor de
gobernarlos.
Lo que es, todos lo estamos
viviendo en el día a día. Ejecuciones, balaceras, secuestros, extorsiones y
cobro de cuotas a lo largo y ancho del territorio nacional.
En ese contexto, surgen los
movimientos de autodefensa, en los que ciudadanos se agrupan y se arman para darse
seguridad ante un Estado Mexicano que está fallando y es incapaz de ejercer su
monopolio del uso de la fuerza porque éste ya le fue arrebatado por los grupos
delincuenciales y ahora por los propios ciudadanos.
El monopolio del uso de la
fuerza es inexistente, el Estado ya no lo tiene y se encuentra amarrado de
manos, en una encrucijada entre los poderes fácticos y la sociedad civil organizada, entre la
impunidad que ha concedido y la protección que ha negado.
Cada aparición de una
autodefensa o alguna movilización de sus miembros pone al Estado entre la
espada y la pared. ¿Cómo podrán las fuerzas del orden desarmar a un grupo de ciudadanos cuando no han sido
capaces de garantizarles seguridad para sus familias?
Ante la disyuntiva, hay
autoridades que han señalado a los movimientos de autodefensa de responder a
intereses de grupos de la delincuencia o la guerrilla. De acuerdo con teóricos
de los movimientos sociales como Alberto Melucci hay grupos de interés detrás
de éstos, por lo que el señalamiento contra las autodefensas es factible aunque
no irrefutable, ya que no necesariamente tendrían que ser narcotraficantes o
guerrilleros quienes impulsen las autodefensas.
Así fuera, la autoridad que
hizo pública la delación tendría que dar nombres y mejor aún, ejercer su
función y efectuar las detenciones correspondientes, lo cual no ha sucedido y
por lo tanto el “debiera ser” hace muy endeble el señalamiento.
Tampoco se trata de
anarquismo, ya que no se trata de desconocer a la autoridad como limitadora de
libertades, parafraseando a Mikhail Bakunin, sino tomar su papel precisamente
porque ha dado muchas libertades a quienes no debe dárselas y eso ha ocasionado
que cualquiera asesine, extorsione o secuestre con impunidad, lo que a su vez
está motivando que cualquiera se arme y se agrupe para integrar una
autodefensa.
Sea o no correcto, parezca o
no lo mejor, eso está sucediendo, es lo real, lo que es. ¿Y lo que debe ser?
Una acción de gobierno que dé los resultados esperados en el tema de seguridad,
parece algo muy lejano y hasta utópico mientras el sexenio corre y casi consume
su primer año en la inopia de resultados.